A veces, los grandes sueños comienzan en los lugares más sencillos. En una casa de Zacatecas, dos primos, Guillermo Foyo López de Lara y Jorge Alberto Contreras, se reunieron un diciembre de 2016 para armar un nacimiento con figuras de Playmobil. Lo que empezó como un juego familiar terminó ocupando casi 20 metros de largo y despertó la curiosidad de escuelas e instituciones que se acercaban a verlo. Aquella escena navideña fue más que una maqueta: fue la chispa que encendió la historia del Museo Playmohistoria.
Con el paso del tiempo, la idea fue creciendo sin que ellos mismos se dieran cuenta. “Fue un crecimiento natural”, recuerda Jorge. Primero fue el nacimiento en casa, luego en la parroquia, después en la Casa de Cultura… hasta que el espacio comenzó a quedarse corto y el sueño pedía más.
En 2018 recibieron una invitación para participar en la Feria Nacional de Zacatecas, donde montaron una exposición de cerca de 500 metros cuadrados. Más tarde, ese mismo año, surgió la oportunidad de instalar una maqueta en el Mercado González Ortega. Aquella experiencia fue decisiva. “La primera vez que montamos la exposición recibimos nuestro primer premio”, cuentan. La dejaron montada por un tiempo, y cuando quisieron retirarla, los encargados les pidieron que no lo hicieran: más de cuatro mil niños la habían visitado. Ese momento fue su primer reconocimiento, una confirmación de que estaban haciendo algo especial.
Pero el camino no fue sencillo. Hubo dudas, tropiezos y hasta regaños. “Ya crecieron, dejen de comprar juguetes, ya maduren”, recuerdan que les decían algunos familiares. Incluso dentro de su familia más cercana existía la preocupación por el dinero: había colegiaturas que pagar y prioridades más urgentes. Y cuando por fin intentaron dar forma al proyecto, llegó la pandemia. Perdieron todo lo que habían avanzado.
Aun así, siguieron adelante. “Sabíamos que teníamos algo muy bonito y que teníamos que armarlo con mucha dignidad y con mucho cuidado”, dice Jorge Alberto. Se convirtieron en museógrafos autodidactas, perfeccionistas en cada detalle. Planeaban las maquetas jugando, conectando figuras y escenas para representar momentos de la historia.
En 2022, después de varios años de insistir, encontraron el lugar ideal para dar vida al museo con las condiciones que necesitaban. Había sido un camino largo, pero cada paso había valido la pena.
Buscar apoyo institucional no fue fácil. “¿Quién va a ir a un museo de monitos? ¿A quién le puede interesar eso?”, escucharon más de una vez. Pero, como dice el dicho, el que persevera alcanza. Inscribieron su proyecto en la Secretaría de Economía, en el concurso “Las 100 mejores ideas de negocio”, y obtuvieron el tercer lugar. Para ellos fue una señal de que iban por buen camino.
El museo abrió sus puertas en un momento complicado: Zacatecas enfrentaba una crisis de turismo. Sin embargo, su propuesta logró conectar con la gente. Hoy tienen una evaluación de cinco estrellas en Google y más de mil doscientas recomendaciones, todas escritas por los mismos visitantes. “Esos son los reconocimientos más valiosos”, aseguran.
En 2025, recibieron el Reconocimiento a la Innovación de Producto Turístico durante el Tianguis Turístico, un logro que los reafirmó que van por el camino adecuado. “Somos primos, fuimos dos niños que jugamos con estos juguetes”, dice Guillermo con nostalgia. Han reunido una colección que incluye piezas con más de 40 años de historia. Muchos visitantes llegan con un sentimiento de melancolía, recordando su infancia, mientras las nuevas generaciones descubren el encanto de jugar sin pantallas. “Nos da gusto ver cómo vienen, cómo se acercan, cómo les llama la atención y salen fascinados”.
El museo también se ha convertido en un espacio para aprender jugando. Recuerdan que un profesor se acercó a ellos y les dijo: “Tengo todo un año intentando explicarles la historia mundial y ustedes, en 15 minutos, logran que el niño entienda de qué época se está hablando”. Desde su apertura, más de seis mil personas han visitado el museo.
Entre sus actividades, ofrecen un “pasaporte” que los visitantes van llenando a medida que descubren detalles y completan retos. Es una forma de aprender mientras se divierten, interactuando con la historia y las maquetas.
“Nos consideramos personas muy obsesivas con la perfección”, comenta Guillermo Foyo. Su propósito es ofrecer calidad, diversión, conocimiento y recuerdos. En una ocasión, unos visitantes les dijeron: “No creíamos que en Zacatecas hubiera cosas bien hechas”. Esa frase se les quedó grabada. Ellos quieren cambiar esa percepción y demostrar que en su tierra también se pueden crear experiencias de primer nivel.
“Este museo, cabe mencionar, es el único a nivel mundial”, explica Guillermo. Detectaron la falta de espacios turísticos pensados para los niños. Aunque hay actividades familiares, muchas se vuelven cansadas para los pequeños. Playmohistoria es un oasis de emoción y diversión para toda la familia. No está hecho solo para los niños: aquí, desde el más pequeño hasta el abuelo, pueden jugar a la misma altura, sin ventajas de fuerza o estatura.
Su misión es transmitir el cariño y la felicidad que sintieron al jugar con las figuras de Playmobil, ofrecer un espacio que permita desconectarse del celular y reconectar con la familia. “Que tenga esa creatividad, que sueñe, que piense de una manera creativa, que se imagine… Aquí logramos conectar a todos con su niño interior”.
La estancia promedio en el museo es de una hora y cuarenta minutos, aunque hay quienes se quedan hasta tres horas. “Es como magia: ver tantas figuras, buscar tantas piezas”, cuentan. A veces trabajan solos, soñando con nuevas escenas, y de pronto llegan las personas indicadas para ayudarles a hacerlas realidad.
Jugar para dar vida, cuidando cada detalle histórico: que la espada corresponda a la época romana, que las plantas sean las adecuadas. Cada maqueta es un equilibrio entre rigor y fantasía, entre historia e imaginación. Y a veces, entre los soldados y los castillos se cuela figuras que no deberían estar, como Rapunzel, para alimentar el juego y brindar sorpresas.
Su siguiente sueño es construir un museo itinerante que lleve esta magia a distintas regiones del país. Un sueño que, como el primero, sigue naciendo de lo mismo: jugar, imaginar y compartir.