Violeta Cerrillo, rectora de la Universidad Tecnológica del Estado de Zacatecas (UTZAC), comparte en esta entrevista su visión sobre la educación, el liderazgo y los desafíos que ha enfrentado en su trayectoria profesional. Con una carrera marcada por el compromiso con el servicio público y la equidad, Cerrillo habla con MVIEW sobre los momentos clave que la han llevado a ocupar uno de los cargos más relevantes en la educación superior en Zacatecas.
MVIEW: ¿Cómo fueron sus primeros pasos en el ámbito profesional y qué la motivó a enfocarse en el sector educativo?
Violeta Cerrillo: Mi primer trabajo formal fue cuando estaba en primer semestre de la carrera de derecho, trabajé en el INE, que antes era IFE, fui Capacitadora Asistente Electoral, que son los que andan tocando puertas convenciendo a las y los ciudadanos que participen como funcionarios de mesa directiva de casilla. Había mucha exigencia, todo te calificaban con base en resultados, aprendí a ser muy eficiente.
Desde muy joven entendí que la educación no solo transforma vidas individuales, transforma realidades colectivas. Yo crecí viendo cómo el acceso —o la falta de acceso— a la educación marcaba destinos. Por eso me enfoqué en este sector: porque creo profundamente que la educación es la única herramienta capaz de cambiar al mundo para bien, de manera duradera y justa.
No hay política pública más poderosa que una niña, un joven o una mujer aprendiendo, cuestionando, soñando con algo mejor. Mi vocación no está solo en formar profesionistas, sino en abrir caminos, en romper barreras, en sembrar futuro. La educación es mi forma de hacer justicia, de construir paz y de dejar huella.
MV: ¿Cómo han influido sus estudios y experiencias académicas en su visión y estilo de liderazgo dentro de la universidad?
VC: Mis estudios y experiencias académicas me han enseñado algo fundamental: que el conocimiento no se impone, se construye. Esa idea ha moldeado profundamente mi estilo de liderazgo. Desde la licenciatura hasta el doctorado, he aprendido a escuchar, a cuestionar, a reconocer la diversidad de saberes y a tomar decisiones con sustento, no con improvisación.
En la universidad no basta con administrar; hay que inspirar, guiar con visión y con empatía. Mi formación me ha dado las herramientas técnicas, pero también la sensibilidad para entender que cada decisión impacta a estudiantes, docentes y familias. Mi liderazgo se basa en el diálogo, en la búsqueda de consensos, pero también en la firmeza para defender lo que es justo y necesario.
Creo en liderar con propósito, y mi propósito nace de la educación.
MV: ¿Qué momentos clave destacaría en su trayectoria profesional?
VC: He tenido varios momentos que han marcado profundamente mi camino. Uno muy importante fue cuando decidí dejar mi trabajo en el Tribunal Electoral para irme a probar suerte en el ámbito político. Fue un salto de fe. Tal vez lo más cómodo hubiera sido quedarme en un empleo seguro y estable, pero yo sentía una fuerza muy grande dentro de mí que me empujaba a intentarlo, a buscar ese sueño de ser candidata. Y lo hice.
Después llegó otro momento clave: cuando fui candidata a diputada local… y gané. Esa victoria no fue solo personal, fue una oportunidad enorme de representar y servir, de llevar al Congreso la voz de muchas personas que nunca habían sido escuchadas.
Curiosamente, otro de los momentos más significativos vino con la derrota. Volví a ser candidata y esta vez no gané. Esa experiencia te enseña muchísimo: te muestra tus límites, pero también tu carácter. Te hace más humilde, más fuerte, más consciente de por qué haces lo que haces.
Y ahora, la vida me trajo aquí, a la rectoría de la UTZAC. Me siento profundamente honrada. Es una responsabilidad enorme, pero también un privilegio estar en un espacio donde todos los días se construye el futuro. Cada etapa me ha enseñado algo, y todas me han reafirmado que el servicio público, la educación y la congruencia son el eje de mi vocación.
MV: ¿Cuáles han sido los principales desafíos que ha enfrentado desde que asumió la rectoría y cómo los ha abordado?
VC: Uno de los principales desafíos ha sido identificar y atender de forma cercana las necesidades reales de nuestra comunidad estudiantil. Desde el primer día, me enfoqué en escuchar, recorrer los espacios, y abrir canales de diálogo directo con las y los jóvenes. También nos hemos concentrado en mejorar el mantenimiento de la universidad, porque creemos que estudiar en espacios dignos también transforma. Cada reto lo he abordado con cercanía, compromiso y la firme convicción de que la educación merece lo mejor.
MV: ¿Qué cargos o responsabilidades previas considera que fueron clave para prepararla para roles de alta dirección?
VC: La verdad, todas las responsabilidades que he tenido me han preparado de alguna manera. Desde el trabajo técnico, hasta el compromiso público como diputada. Cada etapa me enseñó algo distinto: a ser firme, a tomar decisiones, pero también a escuchar y a entender lo que necesita la gente. Hoy todo eso me sirve para dirigir con claridad y con cercanía
MV: ¿Qué retos ha enfrentado como mujer en el ámbito educativo y cómo ha logrado superarlos para avanzar en su carrera?
VC: Uno de los retos más grandes que he enfrentado fue combinar mi formación académica con la maternidad. Aunque fui mamá ya grande, me embaracé mientras estudiaba la maestría, y hubo un momento en el que pensé que no iba a poder terminarla. Pero lo logré gracias al apoyo de mis maestros, mis compañeros, y sobre todo, de mi esposo, que ha sido un compañero que comparte de manera igual las responsabilidades del hogar y de la crianza.
Hubo clases en las que mi hijo, todavía bebé, me acompañó. Y lejos de restarme, esa experiencia me fortaleció. Ser mamá me hizo más humana, más empática, más disciplinada. En cualquier ámbito, las mujeres siempre estamos equilibrando nuestro desarrollo personal y profesional con el cuidado de nuestros hijos. Y muchas veces la sociedad nos exige tener hijos… pero luego actúa como si no debiéramos tenerlos. Como si no existieran. Y no es justo.
Creo que la maternidad no debería verse como un obstáculo, sino como una etapa que nos da otros superpoderes: nos hace más fuertes, más sensibles y más capaces de entender el mundo desde otra perspectiva. Como sociedad, deberíamos reconocer y valorar eso, y nunca usarlo como motivo para excluir a las mujeres de la vida profesional o académica.