Zacatecas es rico tanto en cultura como en historia. La entidad resguarda toda una serie de leyendas sobre hechos insólitos que han perdurado de generación en generación. Durante épocas de Día de Muertos salen, la ciudad se vuelve el escenario perfecto para recordarlas.
Encuentro con los muertos y seres del Inframundo ha sido motivo de estas historias por generaciones en todo el país. A continuación, presentamos dos leyendas famosas que hacen de Zacatecas el destino perfecto para esta temporada:
La piedra negra
Misael y Gerardo, dos jóvenes mineros en busca de fortuna en Vetagrande, Zacatecas, descubrieron una misteriosa cueva que albergaba una roca dorada resplandeciente.
Decidieron vigilarla toda la noche para llevársela juntos al día siguiente. Sin embargo, la avaricia se apoderó de ellos y comenzaron a desconfiar el uno del otro.
Al amanecer, ambos mineros fueron encontrados muertos. La roca, que una vez fue dorada, se volvió negra con el tiempo, adquiriendo una malignidad que parecía consumir el alma de aquellos que la contemplaban.
El obispo tomó la roca y la resguardó en la Catedral, colocándola debajo del campanario, en la parte trasera del templo. Con el paso del tiempo, la roca se oscureció aún más, hasta volverse completamente negra.
La última confesión
Martín Esqueda, un sacerdote de pueblo en Zacatecas, llevaba una vida tranquila como párroco del templo de Santo Domingo. Los habitantes acudían a él en busca de confesiones, incluso a altas horas de la noche. Sin embargo, todo cambiaría en el año 1850.
Una noche, una anciana llegó a su puerta pidiendo una confesión para un familiar gravemente enfermo. Martín accedió y junto a la anciana se dirigió a una antigua casa cerca de la Plaza de Toros, donde un hombre enfermo descansaba.
Una vez dentro, Martín realizó la confesión sin contratiempos. Al día siguiente, se dio cuenta de que había olvidado su estola en la casa. Envío a dos emisarios para recuperarla, pero regresaron sin éxito, ya que nadie les abrió la puerta.
Decidido a recuperar su estola, Martín fue personalmente, pero no obtuvo respuesta. Finalmente, el propietario de las casas deshabitadas abrió la puerta y quedó sorprendido al ver al sacerdote. En el interior, encontraron la estola colgada en una estaca de madera, en medio de un escenario abandonado y deteriorado