Entre los sueños, los mitos y la libertad creativa, Leonora Carrington descubrió un universo propio. Su vida fue un recorrido entre continentes, lenguajes y expresiones artísticas, marcada por una profunda independencia que desafió las expectativas de su tiempo.
Nacida en Lancashire, Inglaterra, en 1917, Carrington creció rodeada de relatos celtas contados por su madre y su abuela, quienes despertaron en ella un temprano interés por la magia, los símbolos y lo fantástico. Su padre, un empresario exitoso, esperaba un destino diferente para su hija: una vida acomodada dentro de la alta sociedad inglesa. Sin embargo, Leonora trazó su propio camino, alejada de los convencionalismos.
Encuentro con el surrealismo
Su historia dio un giro tras conocer al artista Max Ernst, figura central del surrealismo. En el París de los años treinta, Carrington se integró al círculo de André Breton, donde convivió con Salvador Dalí, Joan Miró, Man Ray, Pablo Picasso, Lee Miller y Luis Buñuel. Su talento fue reconocido de inmediato por sus contemporáneos, quienes vieron en ella una creadora con una voz única.
Durante su estancia en Francia, Leonora y Ernst se refugiaron en el sur, en St Martin-d’Ardèche, donde llenaron los muros de su casa con criaturas imaginarias. Fue ahí donde aprendió técnicas como el frottage, que los surrealistas utilizaban para explorar nuevas formas de creación.
Sin embargo, el avance de la Segunda Guerra Mundial interrumpió ese periodo de plenitud. Ernst fue arrestado y Carrington, afectada emocionalmente, huyó a España.
Huida, reencuentro y llegada a México
En Santander, fue internada en un hospital psiquiátrico y, tras escapar, buscó ayuda en la embajada mexicana en Lisboa. Allí conoció al poeta y diplomático Renato Leduc, con quien se casó para poder salir de Europa. La pareja viajó a Nueva York y, posteriormente, Leonora llegó a México en 1941, donde encontró un nuevo hogar.
En territorio mexicano, Carrington escribió Abajo, un texto en el que narró sus experiencias durante su estancia en el hospital. Se integró a una comunidad de artistas europeos exiliados, entre ellos Remedios Varo, Wolfgang Paalen, Alice Rahon, José y Kati Horna, además del mecenas Edward James, quien se convirtió en uno de sus principales coleccionistas. También se relacionó con artistas y escritores mexicanos como Frida Kahlo, Diego Rivera, Octavio Paz y Carlos Fuentes.
El arte y la vida en México
México fue el escenario donde Carrington alcanzó su madurez artística. Aquí formó una familia junto al fotógrafo Emir “Chiki” Weisz, con quien tuvo dos hijos: Pablo y Gabriel. Su obra combinó la mitología celta, la alquimia, la cábala y la literatura fantástica, explorando siempre el papel de la mujer y el poder de la imaginación.
Durante la década de los setenta, se unió al movimiento feminista mexicano, aportando su visión con piezas como el cartel Mujeres Conciencia. En sus últimos años, se dedicó principalmente a la escultura, continuando su búsqueda creativa hasta su muerte en Ciudad de México, en 2011, a los 94 años.
Leonora Carrington dejó una obra diversa que incluye pintura, escultura, grabado, joyería, textiles y literatura. Su trabajo sigue inspirando a nuevas generaciones por su profundidad simbólica y su manera de entrelazar lo cotidiano con lo fantástico.
Su historia demuestra que el arte puede ser un refugio, un acto de resistencia y una forma de libertad.
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