Imagina un mundo sin computadoras, sin inteligencia artificial y sin internet. Difícil de concebir, ¿verdad? Buena parte de lo que hoy usamos a diario comenzó en la mente de un hombre que vivió hace más de un siglo: Alan Turing.
Matemático, lógico y visionario, fue capaz de imaginar máquinas que resolvieran problemas complejos mucho antes de que existieran. Su vida estuvo marcada tanto por descubrimientos que cambiaron la historia como por la injusticia de una época que lo condenó por ser quien era.
Nació el 23 de junio de 1912 en Paddington, Londres, en una familia de clase media alta. Pasó gran parte de su infancia con su hermano John, mientras sus padres permanecían en la India.
Desde pequeño mostró un interés especial por la ciencia y las matemáticas. Su amistad con Christopher Morcom, en la escuela Sherborne, despertó en él una inquietud por comprender la mente humana a través de la física y la mecánica cuántica, un camino que marcaría su trayectoria.
La máquina que cambió la informática
En 1936, cuando aún era estudiante, Turing concibió la idea de una computadora capaz de resolver cualquier problema, siempre que pudiera traducirse a expresiones matemáticas y operaciones binarias. Así nació el concepto del ordenador digital, que más tarde se convertiría en la base de la informática moderna.
Años después, tras obtener un doctorado en Princeton, Turing diseñó la máquina Bombe, que permitió descifrar los mensajes encriptados de los nazis. Este avance, realizado en Bletchley Park con la colaboración de miles de personas, dio a los aliados una ventaja estratégica durante la Segunda Guerra Mundial.
De la criptografía a la inteligencia artificial
Finalizado el conflicto, Turing trabajó en uno de los primeros ordenadores programables, marcando el inicio de las máquinas multifuncionales. También se atrevió a formular una de las preguntas más revolucionarias de la ciencia: ¿pueden pensar las máquinas?
Su propuesta, conocida como el test de Turing, buscaba medir si una computadora podía hacerse pasar por humano en una conversación. Aunque aún no existe un programa que supere esta prueba, su visión sentó las bases de lo que hoy conocemos como inteligencia artificial.
Persecución y final trágico
A pesar de sus aportaciones, la vida personal de Turing fue marcada por la persecución. En 1952 fue condenado en el Reino Unido por su homosexualidad, lo que lo obligó a someterse a castración química.
Apartado de Bletchley Park y sumido en una profunda depresión, murió el 7 de junio de 1954.
El reconocimiento póstumo
El reconocimiento a su legado llegó décadas después. En 2009, el entonces primer ministro británico Gordon Brown pidió disculpas oficiales por el trato que recibió.
En 2014, la reina Isabel II otorgó un indulto póstumo, destacando que Turing debía ser recordado por sus contribuciones científicas y no por su condena. Desde 1966, colegas del área otorgan el Premio Turing, considerado el equivalente al Nobel en informática.
Hoy, su nombre no solo está ligado a la historia de la computación y la inteligencia artificial, también a la memoria de un hombre cuya vida mostró la fuerza de la ciencia frente a la intolerancia.
Te podría interesar: Marie Curie, Pionera De La Ciencia Moderna