“Todas las mujeres, sin importar su clase social, compartimos una pobreza: la pobreza de tiempo propio”, fue una de las frases que marcó el conversatorio ““El derecho humano al cuidado. Avances y desafíos a 30 años de Beijing”, organizado por la Colectiva 50+1. Un espacio de reflexión profunda sobre la desigualdad estructural que enfrentan las mujeres en torno al trabajo de cuidados.
El encuentro reunió a voces clave del activismo, la academia y la política, quienes analizaron el papel histórico de las mujeres en los cuidados no remunerados y la urgencia de avanzar hacia un modelo de corresponsabilidad con enfoque de derechos.
Un trabajo invisible, pero indispensable
Durante la conferencia se retomaron los datos de la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) 2024, que reveló que las mujeres mexicanas de 12 años en adelante dedican, en promedio, 64.8% de su tiempo semanal al trabajo no remunerado. Este trabajo —que incluye tareas domésticas, cuidado de menores, personas enfermas o con discapacidad— sigue siendo un pilar invisible de la economía.
Por su parte, la senadora Amalia García, presidenta de la Comisión Nacional 50+1 Cuidados, remarcó que:
“La desigualdad no es inevitable, la desigualdad no es un destino, sino que tiene posibilidades de transformarse y de cambiar”.
García subrayó que este cambio depende de la voluntad colectiva, de la decisión política y de la participación ciudadana. Reflexionó sobre cómo venimos de una tradición milenaria que separa a hombres y mujeres en roles opuestos, asignando a las mujeres el espacio privado y a los hombres el espacio público. Esta visión sigue impactando la realidad actual, en la que, aunque las mujeres han estado incorporadas al trabajo desde antes de la Revolución Industrial, lo han hecho en condiciones de profunda desigualdad. Debido a la narrativa de que las mujeres “no se encuentran en su lugar” se enfrentan a la precarización laboral , con menores salarios, peores condiciones y sin reconocimiento pleno de sus múltiples facetas en la vida pública y privada.
Durante el conversatorio se insistió en que medir es fundamental para transformar. Reconocer el valor económico y social del trabajo de cuidados es el primer paso para impulsar políticas públicas efectivas.
En este sentido, se habló de la corresponsabilidad como principio rector: repartir los cuidados entre todos los miembros de la familia —no como una “ayuda”, sino como una responsabilidad compartida—, así como la intervención del Estado a través de servicios públicos adecuados: estancias infantiles, espacios de atención, y un diseño urbano que contemple las necesidades de personas cuidadoras y en situación de dependencia (como infraestructura accesible para sillas de ruedas o bastones).
La senadora Amalia García dejó una frase que sintetiza el propósito del conversatorio:
“Necesitamos estar en donde se decide, ese es el empoderamiento”, refiriéndose a la necesidad de que las mujeres tengan presencia real tanto en el poder público como en la iniciativa privada.